Educación holística en el siglo XXI: preparando a los estudiantes para un mundo complejo

Educación holística

Desde hace años, sabemos ya cuáles son los nuevos gigantes de la educación, esos conceptos que encontramos en cualquier artículo, manual, página web o recurso educativo. Los sabemos de memoria: formar estudiantes con inteligencia emocional, habilidades sociales y pensamiento crítico. La educación debe ser integral y no puede limitarse a la mera transmisión de conocimientos. Ciertamente, todos estamos de acuerdo, son competencias básicas y esenciales.  

Sin embargo, la sobrexplotación de estos términos ha dado lugar a discursos vacíos que, en muchos casos, carecen de un marco teórico sólido y de una aplicabilidad real en el aula. Palabras como “educación emocional”, “pensamiento crítico” o “toma de decisiones” han sido repetidas hasta la saciedad sin reflexionar realmente sobre su significado y aplicación.  

El desafío de la educación holística 

La teoría de la educación holística propone un aprendizaje integral que conecte todas las áreas del conocimiento. Por supuesto, es un enfoque mucho más enriquecedor y útil. Ahora bien, ¿cómo implementamos este modelo dentro de un currículo estrictamente compartimentado en asignaturas estancas? La puesta en práctica empieza a resultar algo más complicado. 

Las asignaturas en las escuelas se organizan de manera independiente y, seamos sinceros, el vínculo entre ellas es mínimo. Además, con la cantidad de contenidos, competencias y saberes que marca la programación didáctica: ¿quién tiene tiempo de incluir contenidos sobre Velázquez durante la clase de Matemáticas II en Segundo de Bachillerato? Sin cambiar la estructura del currículo es muy difícil aplicar un enfoque holístico.  

El pensamiento crítico requiere una base 

Probablemente, fomentar el pensamiento crítico se haya convertido en la joya de la corona de los objetivos didácticos. Sin embargo, ¿cómo podemos esperar que los estudiantes desarrollen pensamiento crítico si no cuentan con las herramientas básicas de interpretación y análisis? Sin comprensión lectora, sin una mínima base histórica o filosófica, es imposible generar un pensamiento reflexivo. Enseñar a los estudiantes a “cuestionar” sin darle las coordenadas adecuadas no tiene sentido. Es necesario darles las herramientas conceptuales adecuadas para que ese cuestionamiento tenga sentido y sustancia. 

Un ejemplo claro lo vemos en el análisis de la información en la era digital. Sin un conocimiento mínimo de historia, economía o política, un estudiante difícilmente podrá diferenciar entre una fuente confiable de una manipulación informativa. Para comprender lo que dice un texto es necesario saber interpretarlo correctamente, no basta con contrastar las tres primeras entradas de Google.  

La educación emocional es importante, pero no exclusiva 

La educación emocional es fundamental en la formación del alumnado y en el desempeño docente, pero no puede eclipsar el objetivo último de la educación: dotar a nuestros estudiantes de conocimientos sólidos. Educar en inteligencia emocional es una tarea transversal que se desarrolla dentro de la propia práctica docente, pero no sustituye la enseñanza de contenidos académicos. 

La inteligencia emocional no se desarrolla en el aislamiento del yo, sino en el encuentro con el otro. No basta con identificar y gestionar las propias emociones si no somos capaces de leer, interpretar y conectar con las emociones ajenas. A este respecto, la literatura tiene mucho que decir. En la voz de un personaje, en sus dilemas y conflictos, el estudiante aprende a habitar otras mentes. La educación emocional puede y suele enseñarse con calidad académica y de manera muy intuitiva.  

Si sobrevaloramos continuamente y de manera excesiva las habilidades blandas en detrimento de los contenidos podemos generar un vacío formativo que, al fin y al cabo, terminará perjudicando a los propios estudiantes. 

Hacia otro modelo educativo 

El problema no radica en la intención de mejorar la enseñanza, sino en la proyección de modelos educativos que prometen revolucionarla, sin una propuesta aplicable. A menudo, el discurso educativo se llena de términos como “habilidades emocionales”, “toma de decisiones” o “resolución de problemas”, sin que haya una reflexión real sobre cómo integrarlos en un currículo ya de por sí rígido. 

Si queremos que nuestros estudiantes desarrollen un pensamiento autónomo, primero debemos proporcionarles coordenadas claras y herramientas de análisis. Si buscamos que sean comunicadores efectivos, entonces habrá que crear espacios reales de debate, escritura argumentativa y expresión oral. Si de verdad pretendemos que enfrenten los desafíos del mundo actual, quizá también deberíamos preguntarnos si muchos de los contenidos del currículo no están ya obsoletos.  

La innovación educativa no pasa simplemente por sustituir un test en papel por un Kahoot digital, si al final seguimos evaluando lo mismo de la misma manera. La cuestión no es añadir nuevas etiquetas al discurso pedagógico, sino cuestionar con honestidad qué cambios debemos realizar en el modelo educativo para que se produzca, efectivamente, una enseñanza holística. 

El enfoque holístico y el desarrollo de competencias ofrecen una visión inspiradora de la educación, pero su aplicación dentro del modelo educativo, tal y como está estructurado hoy en día, plantea serias problemáticas. Tal vez el reto no sea descartar lo que ya existe, sino encontrar formas más inteligentes de integrar el conocimiento, conectar disciplinas y dar sentido a lo que se aprende. 

mercedes.pgonzalez
30 Enero, 2025